Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) es sin duda uno de los mejores escritores españoles en activo: Beatus Ille, El invierno en Lisboa, El jinete polaco, Beltenebros, Plenilunio, Carlota Fainberg, Ventanas de Manhattan, El invierno de la Luna, La noche de los tiempos,… son muchos los libros que le han dado prestigio, reconocimiento y premios literarios: Premio de la Crítica, dos Premios Nacionales de Literatura, el Premio Planeta y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2013
También es un reconocido articulista, miembro de la Real Academia de la Lengua Española y ejerció como director del Instituto Cervantes en Nueva York, ciudad en la que reside a tiempo compartido con Madrid.
Me declaro fan de este escritor, he leído varias de sus obras y siempre me ha parecido un autor interesante en sus diversos registros, pero si he de elegir uno de sus libros, indudablemente me quedo con la inclasificable Sefarad.
Etiquetada como novela, se trata en realidad de una colección de relatos cortos entrelazados que forman un fresco impactante de la intrahistoria del siglo XX europeo en la que por una vez, los protagonistas son los perdedores. Por la obra, discurren una galería de personajes marcados y atormentados, algunos muy conocidos, otros anónimos, entre los que se esconden las vivencias del propio autor. Son las víctimas de todos los conflictos, de todas las luchas y de todas las injusticias: víctimas del nazismo, de las purgas estalinístas, de la guerra civil española, de la heroína y el SIDA, del desarraigo, de las migraciones provocadas por el hambre, del exilio, de la grisura cotidiana...
El nombre, Sefarad, es una metáfora, una alegoría, símbolo de todas las exclusiones, de la normalidad perdida por los exiliados de la terrible historia oficial, de personas que llevan una existencia normal hasta que un día, de repente, descubren que su vida ya no les pertenece.
Se trata de una obra perfecta, redonda, magníficamente narrada, una de esas escasas ocasiones en las que un libro atraviesa todas las corazas posibles y descubre una nueva dimensión en la que es doloroso pero preciso entrar. Dura, fascinante, ilustra el desamparo, el horror y el dolor humano en todos sus matices con una sensibilidad y profundidad poco común.
Una obra absolutamente maravillosa que no dejará indiferente al lector que tenga una mínima humanidad y comprenda que nadie es mejor que nadie por el hecho de haber nacido en el lugar, en el momento o en la etnia supuestamente equivocada.
Antonio Muñoz Molina recibió el Premio Jerusalem 2013 de la Feria Internacional del Libro de esta ciudad, por Sefarad. Se produjo entonces una fuerte campaña de presión sobre el autor, desde ciertos círculos intelectuales y literarios, conminándole a renunciar al premio, acusando al autor en caso contrario de "complicidad con los crímenes de Israel contra los derechos humanos". El autor, desoyendo estas críticas, acudió finalmente a recogerlo.
Hace dos días se celebró en toda Europa y especialmente en Alemania la caída del Muro de Berlín, con un emocionado recuerdo a las víctimas de ese testigo de piedra de los totalitarismos en el corazón del viejo continente. Pero parece que no hemos avanzado nada, nuevos muros se levantan tan infames como aquel, en Israel, en Ceuta y Melilla, en nuestros corazones, que aceptan y se acomodan con facilidad el orden injusto de las cosas, a condición de que la adversidad no nos roce.
Pero ¿quien puede garantizar que el estado de las cosas no vaya cambiar de repente, y en un instante nos veamos expulsados irremisiblemente de nuestra propia vida?.
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