Se conoce popularmente por el título de "El Tizón de la Nobleza Española o máculas y sambenitos de sus linajes" a un curioso memorial escrito por el Cardenal Francisco de Mendoza y Bobadilla y dirigido al rey Felipe II en el año 1560.
El Cardenal Francisco de Mendoza y Bobadilla |
Se trata de un documento similar en idea y propósito al Libro Verde de Aragón, que ya tratamos en una entrada anterior en este blog, solo que en este caso, el objeto de estudio e investigación son los linajes castellanos.
Al contrario de lo que ocurre en el caso mencionado, su autor no sólamente es conocido, sino que se trata de un personaje muy notorio y cultivado, nada menos que el Obispo de Burgos de aquel momento, Doctor en Teología y Letras por la Universidad de Salamanca, Catedrático en las Universidades de Évora y Coimbra, Obispo que fue también de
Coria, Arzobispo de Valencia y Cardenal del Sacro Colegio
Romano.
En cuanto a su origen familiar, el Cardenal era hijo del Marqués de Cañete y montero mayor de Castilla, D. Diego Hurtado de Mendoza, nombrado posteriormente virrey de Galicia y de Navarra, y de Dª Isabel de Cabrera y Bobadilla, sexta hija de los Marqueses de Moya y primeros Señores de Chinchón, y sobrino del Obispo de Salamanca, Francisco de Bobadilla.
En cuanto a su origen familiar, el Cardenal era hijo del Marqués de Cañete y montero mayor de Castilla, D. Diego Hurtado de Mendoza, nombrado posteriormente virrey de Galicia y de Navarra, y de Dª Isabel de Cabrera y Bobadilla, sexta hija de los Marqueses de Moya y primeros Señores de Chinchón, y sobrino del Obispo de Salamanca, Francisco de Bobadilla.
Pues bien, pese a su extenso pedigrí, el señor Cardenal tuvo un tropiezo muy desagradable, que él vivió como una ofensa a su linaje en la persona de su sobrino, Diego Fernandez de Cabrera y Bobadilla, III Conde de Chinchón. Dicho sobrino fue rechazado por un tribunal de Ordenes Militares en su pretensión de que le fuera concedido el hábito, por el motivo de no haberse acreditado debidamente la pureza de su sangre.
No consta la naturaleza de la mancha que causó este rechazo, pero sí la respuesta del Cardenal, que no pudo ser más contundente. Decidido a tirar de la manta (nunca mejor dicho), elaboró el citado Memorial bajo el epígrafe:
Memorial que Don Francisco de Mendoza dió al rey Phelipe II. En él se ven las horribles manchas con que la mayor parte de las Casas de España están contaminadas
Si recorremos la lista de nombres mencionados en el libro nos sorprenderemos tremendamente: Portocarrero, Pacheco, Álvarez de Toledo,... las estirpes del más rancio abolengo, resultaban, según las investigaciones del Cardenal, tener algún antepasado judeoconverso en la mayoría de los casos, aunque también morisco o plebeyo de la más baja extracción social. En uno de sus capítulos se relacionan incluso los problemas habidos con
la Inquisición por determinados miembros de dichas familias.
Edición de 1880 de la Editorial La Selecta |
El escándalo fue mayúsculo. El rey, presionado por la nobleza en bloque que calificaba el documento como difamatorio y exigía satisfacciones públicas y acciones contra su autor, pidió una investigación a fondo del asunto. Pero no es nada fácil encausar a un Cardenal que goza del amparo de la Santa Inquisición, y que para colmo no dice falsedades. Lo único que pudo hacer la autoridad real fue archivar el Memorial de forma discreta y vergonzante, dando pábulo a su difusión clandestina.
Y el documento no sólo ha sido reeditado y conservado hasta nuestros días, sino que incluso existe una versión libre en pdf cuyo enlace os dejo aquí por si queréis echarle un vistazo. El documento es cuando menos curiosísimo, no tiene desperdicio.
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